sábado, 21 de julio de 2012

Brasil es un gigante con los pies de barro

En pocos lugares se estudia más a fondo la actualidad hispanoamericana que el Cato Institute de Washington DC. Su analista especializado en la región ofrece las claves de futuro.

En el siguiente artículo el autor analiza el papel que juega Brasil y la fortaleza de su economía en esta nueva reorganización económica que vive el mundo y como este país se ha desarrollado, aun cuando otros han fracasado en su intento, sin dejar de tomar en cuenta que este gigante se desinflado un poco al caerse los precios de las materias primas en los mercados internacionales.

¿Cuáles son los ingredientes primordiales para el desarrollo?
La historia de los últimos 200 años nos ha demostrado que aquellos países que lograron tener altas tasas de crecimiento económico durante largos períodos de tiempo, y que como resultado alcanzaron el estatus de naciones desarrolladas, son aquellos que implementaron políticas consistentes con la libertad económica: un Estado pequeño con bajos niveles de gasto y de impuestos, Estados de Derecho que garantizan la protección a los derechos de propiedad y cuentan con sistemas judiciales independientes, monedas sanas libres de manipulación por parte de la clase política, libre comercio, y regulaciones sobre los mercados laborales, comerciales y crediticios que sean simples y poco onerosas.
Ningún país ha logrado reducir la pobreza significativamente sin haber contado con altas tasas de crecimiento económico sostenido en el tiempo, y ningún país ha logrado eso sin haber implementado antes una combinación consistente de estas políticas antes descritas.
¿Por qué algunos países fracasan una y otra vez cuando intentan desarrollarse?
En muchas ocasiones porque no aprenden las lecciones del pasado o porque sacan las lecciones equivocadas del mismo. Quizás el ejemplo más claro es el de Argentina, país que al inicio del siglo XX se encontraba entre las naciones más ricas del planeta, pero a partir de experimentos populistas en la década de los treinta empieza un período de decadencia que continúa hoy en día.
En la década de los noventa, cuando Argentina experimenta un colapso absoluto del Estado empresario, con una hiperinflación que alcanza los 4 dígitos, el país se embarca en un proceso de reformas de mercado en donde se redujeron aranceles, se privatizaron empresas estatales, se introdujo una caja de conversión para atar el valor del peso al del dólar estadounidense, entre otras iniciativas que, algunas más decididamente que otras, iban en la dirección de liberalizar la economía. Sin embargo el gobierno argentino nunca controló su gasto público, y el peso de éste más una deuda que cada vez se hacía más difícil de financiar terminó hundiendo a la economía en una crisis en el 2001.
Los argentinos sacaron las lecciones equivocadas de esta crisis y la achacaron a las reformas de mercado de los noventa. Por eso han apostado a gobiernos que han prometido revertir dichas reformas y hoy tenemos una Argentina más estatista, más proteccionista, con la inflación más alta del mundo y que tarde o temprano volverá a entrar en crisis.
La evidencia empírica es contundente en que son las políticas de libre mercado las que generan prosperidad y desarrollo. Si hay países que en democracia no logran desarrollarse a pesar de esta evidencia, es porque sus clases gobernantes—que al fin de cuentas son electas por los votantes—no ven o no quieren ver esta realidad.
¿La ayuda externa ayuda al desarrollo o lo imposibilita?
Si la ayuda externa contribuyera al desarrollo, el África subsahariana ya sería una de las regiones más prósperas del planeta luego de recibir cientos de miles de millones de dólares en ayuda en las últimas décadas. Sin embargo ocurre todo lo contrario. El economista Peter Bauer decía que la ayuda externa eran transferencias de dinero de los contribuyentes pobres en los países desarrollados a los gobernantes ricos de los países pobres. Lo cierto es que esta ayuda externa lo que ha servido es a mantener en el poder a autócratas corruptos que, debido precisamente a este apoyo financiero, no cuentan con mayor incentivo para reformar las economías de sus países y generar riqueza.
¿Qué necesita la América hispana para incorporarse al tren del desarrollo?
América Latina necesita de mayor libertad económica en todo su espectro, pero en especial dos ingredientes específicos: alcanzar un Estado de Derecho maduro y consolidado que garantice la propiedad privada y donde los sistemas judiciales brinden justicia pronta y cumplida, y reducir las innumerables regulaciones que asfixian el emprendedurismo en todo nivel.
Uno de cada dos latinoamericanos trabaja en el sector informal. Esto quiere decir que no tienen acceso al sistema judicial, no pueden establecer contratos, no pueden obtener créditos, ni publicitarse, etc. Viven en un estado de apartheid económico. No importa cuánto crecimiento alcance la economía formal, este sector que se encuentra en la informalidad no ve los beneficios totales de este crecimiento.
De ahí ese flagelo que es la desigualdad en América Latina. Y la razón por la que uno de cada dos latinoamericanos trabaja en el sector informal es porque a lo largo de los años los gobiernos latinoamericanos han venido montando un sinnúmero de regulaciones, permisos, licencias, trabas, que imposibilitan a los latinoamericanos de bajos recursos poder ponerse un negocio de manera formal.
De tal forma que, en los países desarrollados si Usted quiere hacerse rico se pone un negocio. En América Latina Usted necesita ser rico para poder ponerse un negocio. Acabar con este viacrucis regulatorio que asfixia el emprendedurismo de las masas latinoamericanas debería ser la prioridad de los gobiernos de la región.
¿Cuál es la gran promesa hispana: Brasil o México?
Chile. Este país se encuentra entre las economías más libres del planeta, cuentan con los índices de pobreza más bajos de la región, con el ingreso per cápita mal alto de América Latina y, de seguir creciendo a tasas saludables en la próxima década, se convertiría en el primer país desarrollado de la región. Es el modelo chileno el que otros países como Perú y El Salvador han tratado de imitar.
Brasil ha demostrado ser un gigante con pies de barro. El crecimiento relativamente sano que experimentó por unos seis años se ha desinflado con la caída de los precios de las materias primas. Resultó ser una ilusión. Por otra parte, México cuenta con el dudoso honor de haber tenido el segundo crecimiento per cápita más bajo de América Latina en la década pasada.
Es cierto que México enfrentó muchos retos en dichos años: la entrada a la OMC de China—un competidor directo en industrias manufactureras—la crisis de la fiebre porcina, la recesión económica en EE.UU., etc., que golpearon su economía. Sin embargo México sigue arrastrando el lastre de la poca o nula competencia que tiene en sectores claves de la economía: telecomunicaciones, transporte, energía, cemento, etc.
Si bien la economía mexicana ha gozado de una estabilidad macroeconómica sin precedentes, necesita abrir sus monopolios públicos y privados a la competencia con tal de generar un crecimiento más acorde a su tamaño. De acuerdo a algunos estimados, si México hiciera estas reformas, podría crecer dos puntos porcentuales adicionales al año, lo cual en el mediano plazo representa la diferencia entre desarrollo o subdesarrollo.
¿El futuro pinta bien para los países hispanos?
Para una mayoría de estos sí. Vemos una división entre aquellos países que han apostado sus perspectivas de desarrollo en la economía de mercado, aunque si bien unos más entusiastamente que otros, como Chile, Perú, Colombia, México y algunos centroamericanos, y aquellos que han recurrido a políticas populistas que asfixian a sus sectores productivos y que cada vez más dependen de la exportación de materias primas para mantenerse a flote: Venezuela, Ecuador, Bolivia y ahora oficialmente Argentina. Brasil se encuentra en el medio de estos dos grupos.
Sin embargo, los países que han recurrido al populismo cuentan con únicamente con un 15% de la población latinoamericana y representan nada más el 20% del PIB regional. Claramente la mayoría de países latinoamericanos ha apostado por un modelo de democracia de mercado, que si bien imperfecto e incompleto, va por la dirección correcta.
J.C Hidalgo (Cato Institute)

Mas información en: www.intereconomia.com

1 comentario:

  1. un país que ha sabido manejar la situación económica, como todos siempre se tienen errores, pero al menos sus gobernantes se enfocan mas en su progreso, por ello, en sus tiempos de crisis por la pandemia, entregaron a sus ciudadanos un Cupo dólar

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