El euro es la primera moneda en el
mundo en ser sacada de la nada. Es una moneda sin un país. La Unión Europea
(UE) no es un estado federal, como EE.UU., sino una aglomeración de estados
soberanos. Los países europeos están llenos de rigideces, incluyendo aquellas
en los mercados laborales —donde las diferencias de idioma y la protección de
mercados y profesiones en muchos países impide la movilidad laboral. Eso
dificulta el ajuste de las economías de los países a los cambios cíclicos y
estructurales de la economía.
Por estas razones, cuando el euro
fue creado en 1990, Milton Friedman predijo su muerte en menos de una década.
Se equivocó en cuanto al tiempo, pero todavía podría estar en lo correcto en
cuanto al hecho.
Grecia es el epicentro de una crisis
monetaria y fiscal en la Eurozona. Los mercados temen una "Grexit",
la salida de Grecia del euro. Esa salida es inevitable. El fin del euro se
determinará en España.
Normalmente, el crédito complementa
al dinero en las transacciones económicas. Sin embargo, hay escasez de crédito
en Grecia. Cualquier persona que lo puede hacer, está sacando su dinero del
país, transfiriéndolo a bancos en otros países de la Eurozona, como Alemania, o
fuera de la Eurozona a bancos en Suiza, Reino Unido y EE.UU. (franco, libra y
dólar, respectivamente).
En ausencia de un evento realmente
dramático, Grecia saldrá del euro no por decisión propia sino por necesidad. Lo
hará no porque el dracma (su moneda anterior) sea superior al euro, sino porque
el dracma es superior al trueque. La calidad de vida de los griegos, que ya ha
empeorado sustancialmente, empeorará aún más en el corto y mediano plazo.
Después de eso, dependerá de los habitantes de Grecia forjarse un nuevo futuro.
Mientras que una salida de Grecia de
la euro zona tendrá importantes repercusiones, no va a desatar el escenario
apocalíptico que algunos pintan. La salida de España sería un asunto
completamente diferente. A diferencia de Grecia, España es una economía
importante. Según el Fondo Monetario Internacional, en tipos de cambio
oficiales de 2011, la economía de España era cinco veces la griega. Y a
diferencia de Grecia, España cuenta con numerosos bancos, algunos grandes y
globales.
La tragedia griega que comenzó con
una crisis fiscal —causada por que el gobierno gastó más dinero del que
recaudaba— que se convirtió en una crisis bancaria. En España, hay una crisis
fiscal que agudiza la crisis bancaria.
Las crisis fiscales y bancarias
están frecuentemente relacionadas porque en las economías modernas el Estado y
la banca están unidos. Los bancos adquieren deuda del gobierno, apoyando al
Estado, y los gobiernos garantizan los pasivos de los bancos. Cuando una parte
se debilita, la otra también.
Los bancos españoles se ven
afectados no solo porque el gobierno español cuenta con grandes déficits
fiscales, sino también debido a los malos préstamos al sector privado. Muchos
bancos españoles prestaron significativamente a desarrolladores inmobiliarios y
a los individuos que querían adquirir los inmuebles construidos por los
desarrolladores. El sector español de la construcción es sustancialmente más
grande en relación al resto de su economía que el sector de la construcción en
los demás países de la Eurozona o en EE.UU. Y la deuda bancaria para financiar
este sector creció mucho más rápido que en otros lugares.
Los bancos españoles han asumido
grandes pérdidas sobre sus préstamos, pero no es suficiente. Solo está en duda
el tamaño exacto que estas tendrán en el futuro, pero no el hecho de que serán
muy grandes. El gobierno español ha nacionalizado efectivamente un banco, Bankia
—debido a la amenaza de insolvencia— pero es muy probable que enfrente más
adquisiciones.
El gobierno español ha admitido
finalmente que no tiene los fondos para recapitalizar sus bancos. Los ministros
de finanzas de la UE han comprometido €$100.000 millones (US$125.000 millones)
para ese efecto. La experiencia con las crisis bancarias en general sugiere que
las estimaciones tempranas de las pérdidas resultarán ser demasiado bajas. Los
líderes políticos comienzan con la negación y luego ofrecen solo un
reconocimiento tardío de la magnitud de los problemas bancarios. Esa fue la
realidad de la crisis de ahorros y préstamos en la década de los ochenta y de
la crisis inmobiliaria de 2007-2008 en EE.UU., de la crisis bancaria en
Irlanda, y, hasta ahora, hemos visto lo mismo en España.
Cómo se maneja la situación bancaria
española determinará el futuro del euro y la posiblemente, de la más amplia UE.
¿Estarán dispuestos los contribuyentes de Alemania y de los demás países
solventes a financiar otro rescate aún mayor para los bancos españoles y salvar
a los españoles sin recursos? ¿Se le pedirá a los ciudadanos de los países
fuera de la Eurozona, como Suecia o Reino Unido, que contribuyan? ¿O se le
permitirá a España a descender en una catastrófica crisis bancaria semejante a
la Gran Depresión de la década de 1930?
Los problemas bancarios españoles no
son el fin, sino solo el inicio de los problemas bancarios europeos. Los bancos
en Francia, Reino Unido y Alemania también tienen grandes cantidades de deuda
pública y privada de Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España. El gobierno de
Chipre ya hizo una solicitud "excepcionalmente urgente" de fondos
para recapitalizar sus bancos y los mercados están preocupados por la deuda de
Italia, que limita la capacidad de Roma para lidiar con los problemas
bancarios.
La Eurozona está en crisis, en el
sentido correcto de la palabra, un punto de inflexión del que podría
recuperarse o caer en estado terminal. Un factor importante que podría
determinar el resultado es la calidad de liderazgo en Europa.
En general, los líderes políticos en
Europa son un grupo de irresponsables. Hay algunas excepciones, particularmente
en algunos países nórdicos (por ejemplo, Estonia), pero la falta de liderazgo
podría ser el factor decisivo que derive en la desaparición del euro. En España
como en otros lugares, los líderes han estado dispuestos a aplicar soluciones
temporales a sus problemas bancarios en lugar reconocer la verdadera magnitud
del problema. Los bancos, y no los déficits fiscales, conducirán el euro a su
fin.
Al final, estoy de acuerdo con
Milton Friedman. Si Europa hubiese tomado la decisión política de convertirse
en un estado federado, una moneda única hubiese sido el resultado natural.
Cuando 17 estados decidieron adoptar el euro sin antes contar con una unión
política, lo hicieron al revés.
Gerald P. O'Driscoll es
ex-vicepresidente del Banco de la Reserva Federal en Dallas y académico
asociado del Cato Institute.
Este artículo fue publicado
originalmente en The Wall Street Journal (EE.UU.) el 13 de junio de
2012.
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