Horas decisivas; días decisivos. Sí, otra vez esa
sensación tan europea de bordear el precipicio, de jugar con fuego, de
enfrentarse al enésimo momento definitivo. “Europa se fraguará en las crisis”,
dijo uno de los padres fundadores de la Unión Europea. Vaya si acertó: se
fraguará en crisis cada vez más agudas. El menú actual tiende al empacho: una
crisis existencial del euro; un país en medio de una gran depresión (Grecia);
dos países más rescatados (Irlanda y Portugal) sin perspectivas de futuro, y el
plato fuerte empieza ahora, con España e Italia en el disparadero, con el propio euro en el punto de
mira. Europa ha
avanzado en estos dos últimos años, pero arrastrando los pies, siempre con ese
síndrome tan europeo del ‘tarde, poco y mal’.
Esta vez quizá ya no le valga con los parches, con la
patada hacia adelante; España necesita un rescate sobre su banca que llegará en los próximos días y tal vez una
intervención en toda regla si Alemania sigue negándose en redondo a un cambio
de política, si persiste esa mezcla de desdén y menosprecio en Bruselas, en
Fráncfort y en Berlín para con el Gobierno español, la economía española y todo
lo que tenga que ver con la marca España. Italia, próxima estación de la crisis
europea, está a merced de un contagio incontenible: caza mayor con el euro como
diana final.
Arrancan 10 días fundamentales en un clima cada vez
más enrarecido, con los países divididos por la fatiga de estos dos últimos
años, en los que las recetas de los líderes, o cabe decir de Alemania, no han
funcionado. Últimamente se mezclan incluso menciones constantes e indisimuladas
al nazismo con la negativa de Berlín a buscar soluciones para una situación
extrema, desmintiendo aquel “si fracasa el euro fracasa Europa” que tantas
veces ha repetido la canciller Angela Merkel.
España se unirá en días a la lista de países
rescatados después de la demostración del Tesoro de que puede seguir emitiendo deuda (eso sí, a tipos
estratosféricos desconocidos en toda la era euro y en cantidades mínimas) y de
que los consultores Roland Berger y Oliver Wyman muestren que el agujero en la banca española está en
torno a los 75.000 millones de euros. Habrá ayudas europeas para la banca, a la
espera de las condiciones que ya se negocian, pero sin la humillación de una
intervención en toda regla, al menos por el momento. Habrá Eurogrupo y Ecofin
(reuniones de ministros de Finanzas de la eurozona y de la UE) fundamentales
para España y para ese debate sobre el cambio de la arquitectura institucional
de la eurozona, hoy y mañana.
También mañana se celebra una minicumbre entre
Alemania, Francia, Italia y España en Roma. Y a finales de la semana próxima,
la traca final: cumbre de jefes de Estado y de Gobierno en Bruselas. Esta es
una suerte de guía apresurada de lo que puede esperarse de esta semana, de por
dónde va el debate, que arroja muchas más incógnitas que certezas y va de
sorpresa en sorpresa. Un intento de análisis en medio de este mar de los
sargazos en el que se ha convertido una crisis cada vez más difícil de entender
y de explicar. La parálisis, la prudencia excesiva está debilitando el proyecto
europeo hasta extremos peligrosos. Ahora, cada vez más, los términos de la disyuntiva
son más Europa o ninguna.
ESPAÑA
Madrid solicitará en los próximos días un rescate para
la banca, según ha adelantado el ministro de Economía, Luis de Guindos, antes
de la reunión del Eurogrupo de este jueves, encuentro que ha tenido lugar coincidiendo
con una mejora en los mercados de deuda que puede llevar a engaño. El mero
anuncio de las ayudas no ha funcionado como bálsamo. Por varias razones y la falta de claridad del Gobierno no es la menor de ellas, con el presidente y varios
ministros empeñados en negar la mayor (eufemismos como “línea de crédito” que
desmienten aquel “llamaré al pan, pan y al vino, vino” que Mariano Rajoy
prometía en campaña electoral). La cifra final del rescate se conocerá
presumiblemente hoy, cuando se sepan las valoraciones de las consultoras
contratadas por el Gobierno para comprobar el tamaño del agujero bancario. Las
condiciones serán duras, para el sistema financiero y para el conjunto de la
economía: lo que antes eran recomendaciones de la UE se convierte ahora en
exigencias. El Gobierno subirá el IVA, se verá obligado a hacer un presupuesto bianual para
2013 y 2014 y puede que incluso tenga que rebajar el sueldo a los funcionarios.
A cambio, trata de negociar que las condiciones para la banca sean lo más
suaves posible.
La ayuda es en realidad un préstamo: los tipos de
interés estarán entre el 3,5% y el 4%; y el Ejecutivo pretende que el plazo sea
el mayor posible para evitar cuellos de botella en la financiación del Tesoro
con vistas a romper lo máximo posible el estrecho vínculo entre problemas
bancarios y crisis de deuda pública. Por esa misma razón, España presiona también para que los inversores no huyan. El rescate
se puede realizar a través del fondo de rescate temporal (el EFSF) o el
mecanismo permanente (Mede). No es un detalle menor: el EFSF no tiene
prevalencia de cobro en caso de un impago de España; el Mede sí. De ahí que en
caso de elegir el Mede, con las reglas actuales es posible que los inversores
se atemoricen y se deshagan de la deuda española, y con ello que se cierre la
rendija a los mercados que tienen aún el Tesoro y que el Ejecutivo quiere
preservar bajo cualquier circunstancia.
ARQUITECTURA INSTITUCIONAL
Hay un problema adicional: las especulaciones sobre
una intervención de España, de un rescate para toda la economía, están en todos
los corrillos a la vista de los intereses que paga España por su deuda y a
causa de una prima de riesgo que, de no lograr consolidar su mejora de hoy,
deja al país rayando la insolvencia. España es la última frontera del miedo de
la UE. Si la crisis no se detiene en España, la siguiente pieza es Italia: los
dos países suman una cuarta parte del PIB europeo, unos activos bancarios de
ocho billones de euros. Por eso el rescate bancario no es suficiente: sobre la
mesa hay un conjunto de medidas, desde la compra de bonos por parte del banco
central o de los mecanismos de rescate, hasta la unión bancaria, la unión
fiscal o la unión política. Éstas son soluciones de largo plazo, pero
necesarias para que el mundo entero empiece a creerse el mantra de que el euro
y la UE son irreversibles.
Las posibilidades se verán tanto en el Ecofin de
mañana como en la minicumbre de Roma y, sobre todo, en la reunión de Bruselas
de la próxima semana. En las últimas horas ha ganado peso la posibilidad de que sean los fondos de rescate europeos quienes
compren deuda en los mercados para rebajar la presión, algo que es posible
desde el verano pasado pero que prácticamente ningún Ejecutivo había solicitado
hasta que lo hizo en el recién acabado G-20 el primer ministro italiano, Mario
Monti —probablemente el único político que por su formación económica tiene una
idea clara de lo que pasa en las cumbres, a pesar de que ha tratado por todo los
medios de desmarcarse de España sin conseguirlo—. Si el ESM, que ha sido
ratificado este jueves por dos países más tras el voto favorable de los
Parlamentos de Alemania y Finlandia, o el FEEF anunciaran que dispararán en el
mercado de deuda su munición (en torno a medio billón de euros), los tipos de
interés de los bonos españoles e italianos inmediatamente bajarían. Alemania,
una vez más, se opone. Además, eso no saldrá gratis: solo puede hacerse con una
estricta condicionalidad (esa palabra que tan poco gusta al Gobierno español).
“No hay mucha diferencia entre lo que ahora le pasa a España, con la troika
permanentemente en Madrid y a merced del BCE, con su política fiscal totalmente
intervenida, y lo que sucedería si se aplicaran esas estrictas condiciones”,
aseguran fuentes próximas al FMI en Washington.
GRECIA
Origen y estación término de la crisis europea,
Grecia, que también centrará la reunión de hoy del Eurogrupo ha conseguido al fin formar Gobierno y despeja así una de las incógnitas
de la crisis europea. La banca española es el otro interrogante fundamental.
Pero con Grecia nunca está todo dicho. El programa europeo ha descarrilado,
tanto por la falta de Gobierno como por la constatación de que los cinco años
de recesión empiezan a dejar serias secuelas en la economía del país
mediterráneo. Los reportajes sobre Grecia empiezan a ser estremecedores. La
falta de dinero en el sistema sanitario comienza a dejar casos de malaria en el
Peloponeso o un aumento del sida del 1.450% en los dos últimos años ante la
falta de cosas esenciales, como jeringuillas. Cada vez más gente duerme en la
calle, roza la pobreza o se ha metido de cabeza en ella. Grecia reclama
renegociar el segundo rescate para tratar de suavizar esa recesión. Europa, con
Berlín a la cabeza, se resiste.
ALEMANIA.
‘CHERCHEZ LA FRANCE’
Al final, en una crisis desmesurada y proteica como
esta, hay que acabar llamando a la puerta de los acreedores para saber qué va a
suceder. Alemania se niega a los eurobonos, a la compra de deuda por parte del
BCE, del EFSF o del Mede, a cualquier tipo de medida excepcional que no pase
por imponer drásticos recortes y reformas al Sur de Europa. Berlín ha impuesto
una narrativa que comparten Gobierno conservador y oposición socialdemócrata,
que su Tribunal Constitucional vigila con mano firme y que ha calado entre los
economistas y entre la ciudadanía.
Cada vez más aislada y más presionada por el resto de
Europa y sobre todo por Estados Unidos y el G-20, Alemania se cierra a posibles
cambios: el establishment político considera que está en posesión de
la razón, que el resto del mundo está
equivocado,
que si Europa hace los deberes acabará viendo pasar los cadáveres de quienes no
los hayan hecho, en un relato que conduce directamente a una gran depresión si
no hay un volantazo de última hora. Las alusiones al nazismo ya no vienen solo
de Grecia: el analista Anatole Kaletsky dice hoy en Reuters que Berlín ya es, una vez más, una amenaza para
Europa; el economista Wolfgang Münchau considera que Alermania está a las
puertas de un ataque de histeria masiva parecido al que ocurrió en 1933;
incluso un banquero central, Ewald Nowotny (presidente del banco central
austriaco) invoca hoy en las páginas de un diario alemán el ascenso al poder del nazismo a causa de una
austeridad a todas luces excesiva.
Pero Alemania no reacciona. Un diplomático europeo
explica que Berlín no va a reaccionar a causa de los acontecimientos en España
e Italia: solo lo hará cuando la marea llegue hasta Francia. “Es el momento de
buscar un frente común entre Francia, Italia y España, con la Comisión de ese
lado, para doblegar las tesis que vienen de Berlín y que están acercando
peligrosamente a la UE a una ruptura y a un riesgo de depresión inconcebibles
hace solo unos meses”, afirma. “Cherchez la France”, aconseja a España
ante el punto de ruptura hacia el que se encamina la Unión.
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